Damos tres golpes en la piedra bruta después de
recibir la Luz, utilizando para ello un mallete y un cincel. Son herramientas que nos han sido dadas para comenzar nuestro trabajo como
Aprendices.
Tenemos que transformar la piedra, eliminar sus anomalías,
asperezas y deformidades. Al
terminar el trabajo, la piedra bruta tiene que ser una piedra cúbica perfecta, con ángulos de 90º,
aristas perfectamente alineadas, caras
planas y lados iguales.
No todas las piedras son del mismo material, mejor
sería decir que afortunadamente la cantera de la Humanidad es muy diversa.
Encontramos piedras duras pero difíciles de labrar y otras blandas, que permiten un tallado más
perfecto.
También tienen distintos tonos. Algunas son
monocromas, con pocos matices, como la caliza o la arenisca; otras en cambio,
están atravesadas por vetas multicolores como el jaspe, o tienen un brillo
vítreo, como la cuarcita o la obsidiana. Todas son bellas y hermosas.
Cada una de ellas tiene un tiempo y un lugar en el
Templo de la Humanidad.
Para trabajar nos entregaron un mallete y un cincel,
pero al igual que todas las piedras son diferentes, también las herramientas
deben adaptarse a sus cualidades.
Hay cinceles de bronce, otros de hierro o acero. Los
hay de muchos tamaños pero todos tienen recto el filo: tienen que esculpir un
cubo.
Los malletes por otra parte tampoco son iguales. Su maza
es diferente en función de las
características de la piedra y cincel utilizado. Más o menos grande,
más o menos pesada. De madera o metal.
Al principio no se sabe por donde empezar, parece
casi imposible esculpir un cubo partiendo de una piedra bruta. Tampoco sabemos utilizar las
herramientas, golpeamos sin ritmo ni precisión. Sin controlar la fuerza. Algún
dedo machacado da buena cuenta de ello.
En Logia los Maestros están muy atentos a nuestro
quehacer, nos han reservado un buen sitio en el Taller. Tranquilo, apartado de
la vorágine de la obra.
En la penumbra del norte, protegidos del Sol
deslumbrante, trabajamos y observamos en silencio para que nada pueda desviar
nuestra atención ni alterar nuestro ritmo.
El 2º Vigilante nos instruye. Es el Maestro encargado
de enseñarnos y supervisar nuestro trabajo. Expresamos en Logia a través suyo nuestro trabajo,
nuestra palabra. Nuestro silencio.
Él nos enseña a manejar las herramientas: como tomar
el mallete, de que manera sujetar el cincel, hacia donde debemos dirigir los
primeros golpes.....
Cambiando un poco de tema: visitamos con frecuencia
el fascinante taller de un buen amigo: Javier, violero de profesión. Constructor
de laúdes, vihuelas de arco y violas da gamba. Persona culta, respetuosa de la
tradición y un verdadero artífice, que utiliza siempre para la construcción de sus instrumentos técnicas y
materiales: cuerdas de tripa, lazos, taraceas y maderas, iguales o similares a
las utilizadas en el siglo XVI. El
delicado y armonioso sonido de sus instrumentos dan fe de ello
El otro día, nos enseñaba emocionado el regalo que
le habían hecho: Un completo juego de formones y gubias que habían pertenecido
a un tallista fallecido hace mucho
tiempo. Herramientas de más de 100 años.
Admirábamos el hermoso acero, oscuro, brillante y tornasolado debido,
según él, a un temple especial obtenido después de la forja y el vaciado, sumergiendo
el metal a distintas temperaturas en diferentes aceites. El comentario surgió
fácil: ya no se hacen herramientas como estas.
Nosotros también tenemos que cuidar el temple del
cincel. No solo cuidarlo: el temple del cincel es nuestra Templanza. El filo nuestra
Rectitud.
Según el material del que está hecho, según la
piedra, deberemos afinarlo con más o menos frecuencia. De paso aprendemos a conservar
su filo y mejorar su dureza.
Nadie puede hacer esto por nosotros.
Falta una herramienta que no se entrega, que debemos
construirla también poco a poco. Sirve para tomar la medida de las cosas, se
llama regla.
He escrito esta plancha en primera persona. Los Masones
siempre somos aprendices y nunca terminamos de labrar nuestra piedra.
Ana Mª.·.Mª.·.
No hay comentarios:
Publicar un comentario