LA LIBERTAD COMO HECHO ÉTICO
CONDICIONADO POR LAS
CIRCUNSTANCIAS HUMANAS
DIANA MARIA PALACIO
M:.M:.
Resp:. Log:. 1545 Jacques de Molay
Or:. de Pereira - Colombia
En las siguientes líneas, hago,
en primer lugar, una reflexión entre la acción humana como hecho racional
consciente, determinado necesariamente por los valores existentes en un ethos
humano (Morada Humana) y, por lo tanto, como hecho moral que pervive en las
circunstancias propias de una comunidad definida históricamente y los factores
condicionantes que le otorgan el sentido axiológico entendiéndose como la
filosofía o la reflexión de los valores y juicios valorativos
En segundo lugar, si todas las
formas de pensamiento constituyen el reflejo de la realidad material y social,
y cada sociedad construye su existencia espiritual en consonancia con esa
realidad, estableciendo el orden moral necesario para la convivencia y, por lo
tanto, para su propia supervivencia, se debe esclarecer cuál o cuáles son las
circunstancias que compelen o impulsan a la humanidad hacia la deconstrucción
de valores desfasados en busca de una “calidad de vida “ como hecho de la
sociedad moderna y la construcción o reconstrucción de un ethos verdaderamente
humano. En este orden de ideas, una de las propuestas actuales apuntan hacia lo
que se ha denominado la “ética planetaria”, propuesta en la cual trataré de
hacer algunas consideraciones generales que, más que tener la intención de
teorizar, se trataría de emitir un punto de vista que pudiera abrir espacios de
reflexión y enriquecimiento de nuestras cosmovisiones o visión del mundo y, seguramente, un compromiso ético
amplio y actual que exige la presencia de organizaciones que, como la nuestra,
fundamentan su existencia en una base ética racional de acuerdo con las
características del desarrollo de la sociedad.
El mercado en su expansión genero
la Teoría Crítica que coloca a la sociedad civil, en el mercado agresivo sin
pensar en las necesidades de la preservación de un planeta para la humanidad,
los grandes conflictos que
encierran argumentos económico
como las guerras, los transgénicos, el petróleo , el poder por el alimento, el
calentamiento global por la contaminación, están llevando al limite la vida en
el planeta y esto nos obliga a una seria reflexión sobre la supervivencia
humana.
Como punto de partida,
cabría una serie de interrogantes,
tales como:
1° Teniendo presente que los
valores constituyen elementos de la legislación de los principios morales
éticos de sociedades determinadas por condiciones espaciales, temporales y
culturales, ¿Cuál es el carácter de las dimensiones que establecen la trama de
las relaciones éticas con las que tratamos de comprender nuestra propia vida?
2° ¿Por qué se hace necesario
considerar los discursos éticos de la llamada “cultura occidental”, hoy en un
proceso de globalización que trasciende los límites de la explotación a la
naturaleza y envuelve amenazadoramente las liberales de la sociedad del consumo
de muchos pueblos?
3° Y, en ese mismo orden, ¿Hasta
qué punto es indispensable romper el paradigma antropocentrista surgido del
racionalismo cartesiano centrado en el sujeto, para construir una ética
ambiental que se pueda manifestar como una mirada de la vida que incluya la
dimensión ambiental?
4° ¿Es, además de necesario,
posible, que la humanidad se haga consciente de la urgencia de construir una
“ética planetaria” que ponga en escenarios sociales los valores éticos que
comprometan el destino común de los individuos de la especie y, a la vez, éstos
contribuyan a superar la division de la cultura en sus prácticas sociales,
políticas, económicas y simbólicas?
5° ¿Es la bioética, en la
acepción actual del concepto, una respuesta o, cuando menos, el punto de
partida necesario para esclarecer dudas, profundizar teorías, diseñar
estrategias y asumir compromisos sociales y personales en torno a los
compromisos vitales de las organizaciones sociales actuales?
Al momento de redactar estas
líneas, confieso que son muchos más los interrogantes que me apremian, pero, la
consulta seguramente me habrá de dar respuestas y plantearme más incógnitas. En
orden a la claridad de este escrito, trataré de hacer una comprensión
conceptual adecuada de ética, moral, libertad, circunstancias y necesidad, cuando
menos.
Quisiera antes de continuar con
esta argumentación, en aras de mejorar mi comprensión personal del tema y su
correspondiente argumentación, hacer una brevísima historia de los principales
momentos en los que los teóricos de la ética, haciendo hermenéutica de las
revelaciones propias de sus ethos, y de cómo, desde la tozudez que imponen las
dinámicas sociales, han sido cantera de cambios necesarios en las visiones
éticas.
Pues bien, según estos
planeamientos, en la historia del mundo occidental desde la Antigüedad misma,
se han ido construyendo múltiples miradas filosóficas de los cambios del hombre
sobre la naturaleza para su propio provecho. Trato a continuación de citar, a manera de contraste necesario
para la comprensión de la tendencia actual de un ética planetaria, los
principales momentos y el que podría considerarse la realidad histórica de su
época.
La impronta de la escisión en la
Antigüedad comienza con Platón y su teoría de los dos mundos, cuya esencia se habría de prolongar en
el pensamiento judeo-cristiano hasta nuestros días. El pensamiento platónico marcó un dualismo entre el mundo
supraterreno de las ideas, perfecto y trascendente, y el mundo de las cosas,
perecedero e imperfecto. Así comenzó a tomar forma el desprecio por la terrenalidad,
la carnalidad y el cuerpo como lugar limitado a los sentidos y a un tipo de
conocimiento imperfecto, sombra triste de aquel otro mundo de los arquetipos,
factores o motivos que ordenan los elementos psicológicos. Era, en síntesis, una filosofía
con fundamento en la incisión entre la cultura y la naturaleza (cielo-tierra,
cuerpo-alma, espíritu-materia) que llegaría a la modernidad como la separación
sujeto-objeto. La teoría platónica
era un argumento del “poder del alma sobre el cuerpo, del espíritu sobre la
materia, de lo celestial sobre lo terrenal, de lo interior sobre lo exterior”
(Noguera, 2004).
De manera similar, lo terrenal
fue considerado como fuente de pecado por los imaginarios religiosos; a lo
sumo, el cuerpo sólo podía ser medio de un conocimiento más elevado y veraz,
trascendente a la vida mundana. En este contexto, el ethos, la morada, el
abrigo permanente de la vida, la casa de los humanos en el sentido de habitar
bajo el respeto, se transforma hacia un concepto de habitar en relaciones de
dominio. Ethos también significó para los griegos el conjunto de valores y
hábitos propios de las tradiciones culturales de los pueblos, es decir, las
costumbres (latín, mores). La physis (la naturaleza) en donde el hombre
construye su morada se habría de entender, desde entonces, como el objeto de
dominio por la especie humana que la habita. Esta concepción, bajo enfoques
filosóficos en muchas ocasiones opuestos, seguiría perdurando hasta nuestros
días, vivenciada en las prácticas sociales, económicas y culturales,
reproduciéndose en los cambios de las formas históricas del pensamiento, sin
llegar a perder su esencia.
Hacia el siglo XVI, la crisis de
la “edad de la fe” repercutió en profundos cambios que anunciaban el
advenimiento de un nuevo orden mundial. El principal, la búsqueda de los
fundamentos científicos de la verdad y, por lo tanto, una nueva fe: la fe en el
hombre como ser racional. Desde la revolución Copernicana, el racionalismo
cartesiano, el empirismo inglés, la filosofía políticamente racional de la
Ilustración, hasta Kant, el “último ilustrado” en el siglo XVIII, las visiones
éticas excluyeron el mundo de la vida ecosistémico, reduciéndolo a un mundo
calculado, a objeto de investigación y recurso disponible, bajo la mirada antropológica
que enseñoreaba al hombre para conocer, conquistar y transformar la naturaleza
en beneficio propio.
Las revoluciones políticas
burguesas mostraron el escenario del capital en el poder político, y la
revolución industrial, el del capital en la economía. Una única doctrina
pregonaba Comte: la de la ciencia; un único pensamiento válido: el positivismo.
Desde esta racionalidad positiva, pragmática y utilitarista, la ética moderna
se enmarcó en el final de un proceso que pasó de interés colectivo al interés
individual en la sociedad. La razón se muestra exitosa al ser eficaz de
extender su imperio a todos los ámbitos de la vida humana: política, economía,
sociedad, cultura…
¿Cuál es, pues, el trasfondo de
la ética que “heredamos” y a quién culpar del “mal” sino a unas visiones éticas
que, desde sus orígenes mismos, jerarquizaron la razón (logos) divina y humana
desde una ética (el ethos) que terminó menospreciando la naturaleza (physis)?
la racionalidad instrumental ha
sido el uso de la razón que ha tenido un mayor éxito porque se ha extendido a
todos los ámbitos de la vida humana. Tal triunfo hemos de atribuirlo, entre
otras causas, a la eficacia que ha demostrado en la resolución de problemas,
tanto na¬turales como sociales: en definitiva, al alto nivel de bienestar que
dis¬frutamos en los países occidentales
HACIA UNA ÉTICA PLANETARIA
Históricamente hablando hubo un
cambio en las relaciones entre los hombres, que explica, cuando del interés
colectivo se paso al interés individual en las sociedades humanas. Tal cambio
comenzó gracias al Estado centralizado y al avance del mercado, ahí apareció el
individuo moderno, que se reconoce como Lipovetsky afirma, en la esfera
privada, al rechazar someterse a reglas ancestrales exteriores a su voluntad
íntima, pues ahora reconoce como ley fundamental su supervivencia e interés
personal.
Desde esta perspectiva es posible
pensar que la línea de la historia del polo colectivo, salto al polo
individual, sin alcanzar equilibrio alguno, sin romper con la separación
dicotómica entre ambos extremos. Del sometimiento a la ley comunitaria se paso
al cerco del ego individual. Si equilibrio es lo que se busca, será necesario
primero imaginar que es posible una comunidad proporcionada, entre lo
individual y lo colectivo, entre el desarrollo de la subjetividad individual,
en reciprocidad con el desarrollo de la subjetividad colectiva, pues la primera
construye a la otra y viceversa, y para tal intento habrá que hacer uso de los
elementos teóricos que el concepto de - Sociedad Civil- ofrece.
Lograr una ruptura con este
precario esquema necesita que los actores que existen en el medio (los
ciudadanos) se posicionen y salgan de aquellos roles paternalistas y pasivos,
ya que dichos actores, representan la pluralidad que existe bajo diferentes
identidades: empresarios - comerciantes, religiosos, defensores de derechos
humanos, ambientalistas, feministas, artistas, indígenas, etc. Y es en ellos
donde de algún modo se basan las estructuras que sustentan al orden social
prevaleciente,
Tal seria la vía actualmente
posible a seguir, bajo la lógica de pensar global y actuar local, pues, ante la
cada vez más mundializada situación, la llamada globalización como modelo
económico y financiero agotado (Jalife – Rahme, 2007), muestra cada vez más,
todos o quizás el mismo rostro: el del terror, los monopolios, el narcotráfico,
la migración, el hambre, etc.
En un cada vez mas consolidado -
sistema mundo -,de orden multipolar, donde diferentes regiones del planeta
sufren de problemáticas similares y los efectos entre ellas son cada vez más
cercanos, los discursos como el de los derechos humanos actualmente reavivan su
auge, y son ya una fuerte característica de nuestra era; sin embargo el camino
por recorrer es largo con respecto a las realidades sociales.
Por último, en una crisis global
que de acuerdo a la visión de Jodorowsky: todo se esta cayendo, las religiones,
la economía, la política, la cultura. Lo cual afirma que no es malo, es bueno,
porque estamos llegando a una crisis de la cual, pronto, va a nacer un cambio
absoluto, bueno y positivo. Por lo que hay que tener paciencia entonces (…) En
tal sentido frente a una crisis planetaria es posible mirar por una ética
planetaria, que va articulándose en base a la reformulación de los derechos
humanos, de acuerdo a cada micro región de la humanidad y de la dignidad misma.
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